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Las científicas que nos inspiran (V): Sofya Kovalevskaya

En el Centro Vasco de Matemática Aplicada - BCAM hemos tenido la idea de compartir algunas historias sobre las mujeres que inspiraron a nuestras investigadoras a dedicarse a la ciencia con el objetivo de dar visibilidad a la contribución de muchas mujeres que a lo largo de la historia se han dedicado a la ciencia. La cuarta persona que se ha unido a esta iniciativa ha sido nuestra investigadora Verónica Álvarez. Continua leyendo para saber cómo Sofya Kovalévskaya inspiró su pasión por las matemáticas:

Acerca de la autora:

Verónica Álvarez

Research Technician


Verónica se licenció en Matemáticas en la Universidad de Salamanca. Se unió a BCAM en julio de 2019, donde está desarrollando técnicas de ciencia de datos para aplicaciones de energía. En particular, está trabajando en predicciones probabilísticas de consumo, generación y precio de la energía.

Sofya Kovalévskaya (1850-1891) fue una matemática rusa. Nació en Moscú en una familia noble que frecuentaba ambientes intelectuales. Su tío le habló de la cuadratura del círculo, la noción de asíntota y los críticos del infinito. Estas conversaciones despertaron su pasión por las matemáticas.

A los 13 años, su padre descubrió sus cualidades para el álgebra y decidió trasladar a toda la familia a San Petesburgo para que Sofya pudiera acceder a la universidad. Sin embargo, en ese momento estaba prohibido para las mujeres acceder a una educación universitaria.

Años después, en 1869, Sofya se trasladó a Heidelberg con su marido. Allí, tampoco podía inscribirse en la universidad, pero obtuvo permiso para asistir a clases como oyente. Un año más tarde, Sofya envió su trabajo al famoso matemático Weirstrass. Después de leerlo, este decidió darle clases en Berlín.

En 1874 Sofya presentó tres trabajos como su tesis doctoral. Con el apoyo de Weierstrass, esto le valió un doctorado en matemáticas Summa Cum Laude sin los habituales exámenes orales. Sin embargo, no pudo ejercer como profesora por su género y regresó a Rusia, dejando las matemáticas de lado por un tiempo. En 1880 un estudiante de Weirstrass asistió a una conferencia sobre integrales abelianas que fue impartida por Sofya y la persuadió para que reanudase su trabajo en matemáticas.

Tres años después, en 1883, tras de la muerte de su marido, Sofya se convirtió en profesora de la Universidad de Estocolmo. Más tarde, ganó el Premio Bordin de la Academia de Ciencias de París, por su trabajo Mémoire sur un cas particulier du problème de la rotation d’un corps pesant autour d’un point fixe où l’intégration s’effectue à l’aide de fonctions ultraelliptiques du temps.

La contribución de Sofya a las matemáticas es evidente. Luchó por su sueño a pesar de los obstáculos que encontró por ser una mujer en ese momento y lugar. Tenía una mente privilegiada para las matemáticas desde una edad muy joven y nunca dejó de estudiar y demostrar que era una científica brillante.

Mi entusiasmo por la ciencia hizo que me interesara en el trabajo de muchos científicos y científicas. Estaba en la escuela cuando descubrí a Sofya Kovaléskaya. Su trabajo y su vida me llamaron la atención y aumentaron mi pasión por las matemáticas. Siempre me pareció admirable que, independientemente de su género y de los obstáculos con los que se encontnró, luchó por lo que quería y terminó por conseguirlo.