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Los científicos que trabajan en programas espaciales siempre me han inspirado, mirando al cielo, preguntándose cómo podrían superar los límites de nuestro planeta. Este artículo está dedicado a Katherine Johnson, una matemática afroamericana de la NASA que no sólo hizo posible los primeros vuelos espaciales tripulados. También se enfrentó a ella misma a más límites aquí en la tierra: la desigualdad de género y la segregación racial que se estableció en los EE.UU. en los años 50.
Creola Katherine Johnson (1918-2020) nació en White Sulphur Springs, West Virginia, EE.UU.. Sus habilidades sobresalientes fueron notorias a una edad temprana cuando comenzó la escuela secundaria con sólo 10 años. A la edad de 18 años, Johnson se graduó en el histórico West Virginia State College con honores en matemáticas y francés e inmediatamente comenzó a enseñar en una escuela pública para negros. Dos años más tarde, en 1939, fue elegida, junto con otros dos estudiantes negros, para ser la primera en inscribirse en la Universidad de West Virginia en un programa de postgrado. Después de un semestre estudiando matemáticas, se casó y dejó la universidad para dedicarse a su familia.
Fue 14 años más tarde, en 1953, cuando Johnson consiguió un puesto en el Comité Asesor Nacional de Aeronáutica (NACA), más precisamente, en el Langley Memorial Aeronautical Laboratory en Hampton, Virginia. Durante cinco años (1953-1958), trabajó como «computadora» realizando cálculos complejos a mano. Primero trabajó en un grupo de mujeres afroamericanas conocido como «computadoras del oeste» hasta que fue reasignada a la División de Investigación de Vuelo. En 1958, la NACA pasó a formar parte de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio (NASA), que introdujo las computadoras digitales. Trabajó como tecnóloga aeroespacial en la NASA hasta su jubilación en 1986, colaborando en el programa del transbordador espacial, entre muchos otros proyectos.
Johnson jugó un papel esencial en diferentes programas espaciales. En 1961, calculó la trayectoria de Alan Shepard en la nave espacial llamada Freedom 7. Fue el primer astronauta estadounidense en viajar al espacio. En 1962, el astronauta John Glenn se negó a volar en la Friendship 7 hasta que Johnson verificó personalmente los cálculos que una computadora IBM realizó para su trayectoria. La victoriosa historia de Glenn siendo el primer astronauta americano en orbitar la tierra, hizo un punto de inflexión en la carrera espacial contra los soviéticos. En 1969, Johnson participó en la misión Appollo 11 estudiando los lugares de lanzamiento que permitieron que el primer vuelo espacial aterrizara tres humanos en la luna.
Durante sus años en Langley, tuvo que trabajar en un ambiente segregado. En el local, el personal de color fue obligado a usar baños y comedores separados para sus compañeros blancos. Además, en la NASA, a las mujeres no se les permitía asistir a reuniones oficiales o poseer informes científicos, incluso si estaban trabajando en los programas. No obstante, Johnson logró ser coautora de un informe de investigación en 1960, siendo entonces la primera vez en la historia de su división que una mujer recibía tal reconocimiento. Publicó 26 artículos en toda su carrera.
Katherine Johnson falleció en febrero de este año a la edad de 101 años. Dedicó las últimas décadas de su vida a inspirar a las jóvenes generaciones a entrar en los campos de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas (STEM). La sociedad también le ha devuelto el indudable reconocimiento que merecía. En 2015, recibió la honorable Medalla Presidencial de la Libertad del Presidente Barack Obama. En 2016, la NASA nombró un nuevo edificio en su honor: el Centro de Investigación Computacional Katherine G. Johnson. En el mismo año, la autora Margot Lee Shetterly publicó el libro llamado Figuras Ocultas sobre la historia de Katherine Johnson, y otras dos científicas de la NASA en ese momento: Dorothy Vaughan y Mary Jackson. La aclamada película sobre el libro también se estrenó en 2016.
Considero a Katherine como una pionera y un modelo a seguir. Su fascinante historia revela que su pasión por las matemáticas era mucho más fuerte que la hostilidad y la crueldad de un país segregado.